El Abuso Sexual Infantil ASI, al ocurrir al interior de los hogares, se ha convertido en una violencia muda e invisible al igual que sus consecuencias, además del desconocimiento sobre el impacto negativo que genera en el desarrollo del cerebro de los niños/as.
En esta primera entrega daremos a conocer indicadores psicológicos, físicos y conductuales que afectan a las víctimas de abuso sexual, la segunda entrega tratará de la necesidad de entender el abuso sexual como un evento traumático y por último cómo afecta este al cerebro, por el Dr, Jorge Tamayo.
Cuando un niño, niña o adolescente muestra síntomas o comportamientos que no son normales para su edad, significa que algo está pasando, estos son signos de alarma que tanto como padres, cuidadores y profesionales de la salud, le deben prestar atención y actuar inmediatamente, ya que no todos los síntomas están ligados sólo al abuso sexual sino también a otras formas de maltrato.
En el abuso sexual- AS se habla de síntomas e indicadores que suelen ser utilizados de la misma forma y se refiere a una señal o signo de algo. Sin embargo, hay una diferencia en las palabras síntoma y signo. La primera son los “datos percibidos y descritos por los pacientes, ligados a sensaciones corporales, sentimientos y pensamientos” (Intebi, 1998:177), la segunda abarca “todos los fenómenos que pueden ser apreciados por el observador” (Intebi, 1998:177). Entonces entenderemos como indicadores, los síntomas descritos por los pacientes y los signos observados desde afuera.
La palabra síntoma es conocida médicamente como una señal que está revelando la existencia de una enfermedad o de alguna condición que requiere atención. En la intervención del AS, un indicador es una señal que revela algo que no se conoce, que está sucediendo y que requiere atención.
Entonces los indicadores psicológicos según Sgroi, Porter y Blick (1982) mencionados por Intebi (1998) son:
En la gran mayoría de los casos los niños, niñas y adolescentes están expuestos a otras formas de maltrato en la que se pueden vincular estos indicadores, sin que esté relacionado el AS, por lo tanto, existen también indicadores psicológicos específicos que solo están asociados al abuso sexual, es decir que no se especifican con otras formas de maltrato, como los enumerados a continuación:
En la siguiente tabla se presenta un listado de indicadores psicológicos inespecíficos discriminados en tres estadios evolutivos.}
EDAD PREESCOLAR
• ansiedad • pesadillas • oscilaciones entre conducta retraída o muy impulsiva • temor • agresión • depresión • enuresis/encopresis • tept: Trastorno por estrés postraumático. |
EDAD ESCOLAR
• pesadillas • temores • quejas somáticas • hiperactividad • bajo rendimiento escolar • conductas regresivas • tept:* Trastorno por estrés postraumático. |
ADOLESCENCIA
• fugas del hogar • consumo de sustancias • abuso de alcohol • ideación suicida • intentos de suicidio • automutilaciones • conductas autoagresivas • quejas somáticas • conductas antisociales • promiscuidad • tept: Trastorno por estrés postraumático. |
En un trabajo sobre consecuencias psicológicas iniciales del AS, Pereda Beltrán (2009) analizó una serie de estudios y categorizó la sintomatología en cinco áreas: emocional, cognitiva, conductual, de relación y funcional. Muestra cómo la diversidad de síntomas en estas áreas es muy variada, y concluye que se hace imposible establecer la existencia de un síndrome por abuso sexual o de un conjunto de síntomas específicos del AS y ausentes en otras formas de malos tratos.
En cuanto a los indicadores físicos, la primera regla a considerar es que el mayor porcentaje de los abusos sexuales no causa lesiones físicas permanentes y observables; según las estadísticas, solamente entre un 30 y un 50 % de los casos reportados presentan hallazgos físicos compatibles con AS (Intebi, 1998).
Jenny (2002: 239) refiere: “El examen físico por abuso sexual suele ser enteramente normal, incluso en los casos en que se probó el abuso […] La ausencia de signos físicos de trauma no significa que el abuso no ocurrió. Muchos tipos de abuso, tales como la masturbación o el contacto oral-genital, no causan trauma anal, genital ni oral. Otros tipos de trauma pueden curar completamente […] El trauma grosero en el tracto genital o anal no es difícil de diagnosticar […], pero un trauma curado o imperceptible puede ser más problemático”.
De los indicadores, se consideran indicadores físicos específicos (Intebi, 1998):
– embarazo;
– lesiones en zonas genital y/o anal que no puedan ser explicadas por otras causas;
– enfermedades de transmisión sexual;
– contusión o sangrado anal o vaginal que no puedan ser explicados por otras causas;
– semen en la ropa o el cuerpo.
Con respecto a las enfermedades de transmisión sexual (ETS) la presencia de estas enfermedades o de microorganismos en el cuerpo del niño puede ser o no diagnóstica de AS, y que algunas tienen mayores probabilidades de ser consecuencia del abuso que otras, Jenny (2002).
La siguiente lista elaborada por la autora citada, muestra las ETS que pueden ser transmitidas de un adulto a un niño:
– Neisseria gonorrhea. Si se contrae fuera del período neonatal inmediato puede ser atribuida a AS.
– Chlamydia trachomatis. Las infecciones luego del segundo año de vida y las infecciones sintomáticas es más probable que hayan sido adquiridas por AS.
– Trichomonas vaginalis. Es probable que sea causada por AS.
– Herpes simplex virus (hsv). La presencia del virus de herpes genital tipo I no excluye la posibilidad de AS, aunque este tipo de infecciones es menos probable que sean transmitidas por contacto sexual.
– Bacterial vaginosis. Si bien no es diagnóstica de AS, estudios de niñas abusadas versus grupo control han mostrado que esta enfermedad es más común en las primeras.
– Human papillomavirus (hpv). En todos los casos en que el virus se presente por fuera del período neonatal, se debería considerar el AS como posible etiología.
– Sífilis. A menos que se pueda comprobar que el niño contrajo sífilis de forma congénita, esta enfermedad debe ser considerada como prueba de AS.
– Virus de inmunodeficiencia (vih o sida). A menos que el niño presente el virus por transfusión, amamantamiento por madre con el virus u otras causas probadas que no implican contacto sexual, debe considerarse que el contagio es producto de abuso sexual.
Ahora presentaremos los indicadores conductuales, que son aquellas conductas y juegos sexualizados que denotan un conocimiento no acorde a la edad evolutiva, y se examina el nivel de especificidad con el que pueden ser considerados. William Friedrich, psicólogo norteamericano, estudió en profundidad las características de las conductas sexuales normales, y aquellas que se presentan con menos frecuencia y por lo tanto serían susceptibles de considerarse sospechosas de abuso sexual en compañía de otros expertos.
Estas conductas sexualizadas has generado varias posturas frente a su relación con el abuso sexual:
Según (Coulborn Faller, 2007; Everson y Coulborn Faller, 2012) Cuando se evidencia la presencia de conductas sexualizadas es un indicador altamente probable de abuso sexual; sin embargo, este no es la única causa de estas conductas, y se considera que entre un 30 y un 40% de niños con abuso sexual verificado, ha desarrollado tales conductas. también (Everson y Coulborn Faller, 2012) dice que este porcentaje se refiere a conductas francamente abiertas y evidentes, pero se considera que un número no calculado de víctimas de abuso sexual podría desarrollar conductas o actitudes evitativas de la sexualidad en algún momento de su vida, las conductas sexualizadas variarán de acuerdo a la etapa evolutiva en que se encuentre el niño, niña o adolescente, y así como no pueden relacionarse automáticamente con un posible abuso, tampoco deben descartarse desde el vamos como consecuencia de un posible abuso.
Si se evidencia que la conducta está relacionada con el abuso sexual o no, es importante identificar de dónde viene cierta conducta y tener pautas terapéuticas, con el niño, niña adolescente o grupo familiar.
Según en la literatura las conductas sexuales pueden considerarse como normales en niños preescolares por la curiosidad y mutua exploración de los genitales, así como de quererlos tocar. “En niños y niñas menores de 12 años, la frecuencia de conductas similares al acto sexual está menos clara en las investigaciones, mientras que son raras las conductas sexuales más intrusivas, agresivas, que involucren alguna forma de penetración anal o vaginal y contacto oral-genital” (Everson y Coulborn Faller, 2012)
Entre las conductas sexuales evolutivamente normales además de las ya mencionadas para niños y niñas en edad preescolar, Friedrich (1998) (Everson y Coulborn Faller, 2012) refieren:
– Tocar las partes sexuales en público
– Masturbarse en la casa
– Tratar de mirar a la gente cuando está desnuda o desvistiéndose
– Tocar o intentar tocar los senos de la madre o de otras mujeres
Identifican también para la misma franja etaria una serie de conductas que se presentan muy raramente, tanto en niños como en niñas. Por ejemplo, entre los niños menores de cinco años, solo el 1,4% de los varones y el 3,2% de las niñas dibujan partes sexuales; solo el 0,7% de los varones y el 0,0% de las niñas ponen su boca en partes sexuales; solo el 0,7% de los varones y el 2,8% de las niñas hacen sonidos sexuales; solo el 0,4% de los varones y el 2,8% de las niñas ponen objetos en el ano o la vagina; solo el 0,7% de los varones y el 1,1% de las niñas juegan a que sus muñecos tienen sexo, y solo el 4,3% de los niños y el 1,8% de las niñas ponen la lengua en la boca al besar. Adaptado de Friedrich (1998).(Everson y Coulborn Faller, 2012)
La presencia de este tipo de conductas en preescolares no implica de manera directa que el niño o la niña objeto de estudio haya sido víctima de as. Es el psicólogo o psiquiatra entrevistador quien debe asegurarse de obtener toda la información que le permita determinar el origen de dichas conductas. Otras conductas que requieren atención y que el operador indague en su posible origen son:
– Masturbación compulsiva, con objetos y/o con la mano, que puede llegar a dañar al niño/a y no se detiene fácilmente cuando se le llama la atención.
– Tocar los genitales de adultos de manera intempestiva, repetitiva, insistente.
– Imitar con pares, con muñecos o con mascotas los movimientos del acto sexual.
– Utilizar palabras que describen actos o conductas sexuales.
– Tratar de desvestir a otra persona —par o adulto— por la fuerza.
– Hacer sonidos propios del acto sexual (por ejemplo, gemir).
– Intentar que otros realicen actos sexuales con él/ella.
Entre los motivos para el despliegue de conductas sexualizadas no relacionadas de manera directa con el as, Friedrich (2002) cita:
– maltrato físico
– exposición a la violencia dentro de la casa
– estándares sexuales relajados dentro del funcionamiento familiar.
También las variables que pueden intervenir en el desarrollo de las conductas mencionadas son las familiares, que podrían intervenir o influenciar tanto el desarrollo como el despliegue y el mantenimiento de las conductas; entre ellos, una respuesta coercitiva o punitiva severa de los padres ante estas conductas que termine potenciandolas.
“En presencia de conductas sexuales agresivas, el contexto también es de suma importancia. Hall y colaboradores (1998), citados por Friedrich (2002), sugieren nueve características contextuales a la hora de evaluar la severidad de la conducta sexual agresiva: a) que la conducta no sea mutua;b) que cause daño o malestar en quien la despliega o en otros; c) que motive quejas de otras personas; d) que haya diferencia en la relación de poder/no se trate de pares; e) que la conducta persista a pesar de la puesta de límites por terceros; f) que implique coerción/chantaje; g) que implique uso de fuerza o amenaza de uso de fuerza; h) que sea premeditada o planificada; i) que sea una conducta sexual de tipo adulto.”
Es muy importante buscar el origen de cada conducta esté o no relacionada con el abuso sexual, porque se puede evidenciar niveles de gravedad e intrusividad que distan de ser evolutivamente normales y exigen una correcta valoración de su origen.
Finalmente, cabe hacer referencia a los niños asintomáticos. Existe un porcentaje de niños que no presentan síntomas en el momento de la intervención. Una explicación posible es que los síntomas no están manifiestos en forma temporaria, como si se encontraran latentes, pero, aun así, existe una alta probabilidad de que se desarrollen más adelante.
Otra posible explicación es que estos niños hayan tenido el sostén suficiente en sus familias, junto con aspectos resilientes propios, para enfrentar la situación de abuso sexual, lo cual los protegió del desarrollo de sintomatologías. En estos niños es posible que el as haya durado poco tiempo, que haya sido perpetrado por una persona ajena a la familia y que haya implicado menores niveles de intrusividad.
Tomado de libro. Abuso sexual infantil. Cuestiones relevantes para su tratamiento en la justicia 2015.
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