En nuestro blog anterior, presentamos la propuesta de las habilidades para la vida desarrollada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), precisando que el desarrollo de las mismas en los periodos de la infancia y adolescencia constituyen un factor de protección frente a diferentes violencias, incluyendo, la prevención del abuso sexual infantil (ASI).

Este mes, es de nuestro interés darles a conocer a nuestros seguidores y al público en general, aspectos importantes en la comunicación para tener presentes en la interacción cotidiana con nuestros hijos, reiteramos, esto como un elemento indispensable en la prevención, detección temprana, denuncia y atención integral del ASI.

Para muchas personas comunicarse se traduce en compartir ideas, hablar, opinar abiertamente de cada situación, considerando que ello es suficiente, pero no lo es. Comunicarse es una habilidad social que requiere ser desarrollada y que trasciende el uso del lenguaje, dado que más allá de exponer nuestras opiniones, pensamientos, sentimientos, y emociones, también involucra aspectos asociados al entorno, a nuestro manejo corporal, elementos no verbales, al contexto, e incluso, a nuestro interlocutor. No solo se trata de lo que dices, además es cómo lo dices, se trata de asegurarse que la(s) persona(s) que te escuchan comprendan lo que le quieres decir. En este sentido, el diálogo debe ajustarse al contexto en el que nos encontramos y al interlocutor, por lo que una conversación con un niño de 5 años no será igual a la misma que sostengamos con un adolescente de 15 años o con un adulto de 40 años.

La forma en que nos comunicamos varía de acuerdo a nuestro estado de ánimo, la intención de lo que queremos comunicar, el lugar y nuestro interlocutor, entre otros, un claro ejemplo de ello, es que, durante la etapa de conquista a la pareja, la expresión corporal, las palabras, el tono de voz, la atención que le prestamos y el tiempo que compartimos es diferente a la forma en que le hablamos a una vecina que dejó su vehículo obstaculizando la entrada de nuestra vivienda. Esta es una breve ilustración, cuyo propósito es reflexionar acerca de la intención en la comunicación con nuestros hijos y los espacios que propiciamos para compartir con ellos.

A continuación, se listan una serie de aspectos fundamentales a tener en cuenta para la comunicación en el marco de la familia, particularmente con los hijos; sin embargo, el primer paso para el entendimiento y gestionar de la mejor manera posible los espacios con ellos, es alejarse de creencias erradas que ponen a los adultos como el centro de la autoridad, del conocimiento y de la verdad absoluta. Los adultos nos equivocamos, sentimos, lideramos en algunos escenarios, en otros no, igual los niños, niñas y adolescentes, ellos son sujetos de derecho, están en proceso de formación, tienen ideas y anhelos que corresponden a su edad, así que, nivela tus expectativas con respecto a ellos, y juntos, trabajando en equipo, es posible cumplir con todo ello.

Claves para comunicarnos en familia

1. Espacio sin distractores: Para conversar con los hijos e hijas, es necesario propiciar un espacio que elimine los distractores y le permita concentrarse en la conversación. Apagar televisores, conversar sin celulares, tabletas u otros elementos tecnológicos que puedan distraer a los papás o a los hijos en ese espacio de comunicación. En este aspecto resulta indispensable precisar que entre más edad tengan nuestros hijos, mayor capacidad para sostener diálogos por un mayor lapso de tiempo. Nuestras distracciones como adultos y la negación a la atención de sus necesidades harán que la relación padre-hijo sea progresivamente, más distante. Si el primer lugar en tu hogar es el celular, al pasar los años, no preguntes por qué pese a que tu hijo lo usa todo el día, no te llama.
2. Escuchar: Escuchar no es atender a una serie de fonemas organizados con un aparente sentido mientras vemos un programa de televisión o usamos un celular. Es atender plenamente a las necesidades de la otra persona, quien, en el contexto de familia, será entonces nuestro hijo o hija. Es indispensable tener claro que aún, cuando su desarrollo lingüístico no esté completamente desarrollado, no significa que ellos no tengan la necesidad o capacidad de comunicarse. ¿Cómo te sientes cuando quieres hablar con tu pareja y no tiene tiempo para ti? Esa misma sensación puede tener tu hijo cuando no estás plenamente disponible para él o ella. Atiende sus palabras y no minimices ninguna de sus emociones o sentimientos, valida sus expresiones.
3. El juego: El juego es un método muy valioso en el desarrollo de grandes aprendizajes, habilidades, normas, pautas sociales, entre otros. A través de él también podemos comunicarnos con nuestros hijos e hijas, especialmente cuando están más pequeños, en las etapas críticas del desarrollo del lenguaje, es decir, entre los 2 y 5 años de edad. Involucrarnos en la dinámica del juego y hacer parte de estos espacios, permiten afianzar la confianza y conocer sus emociones, aspectos fundamentales en el marco de una comunicación adecuada o asertiva en el núcleo familiar.
4. ¿Conversamos de un tema específico? No es necesario, para compartir con nuestros hijos solo necesitamos disposición e interés para conocerlos cada vez más. A medida que crecen, tienen la oportunidad de disfrutar y aprender nuevas experiencias, el objetivo es que, como padres y cuidadores, acompañemos ese maravilloso proceso. No podemos conformarnos con conocer su color favorito, la clase que les genera más “pereza” o la comida que más les gusta. Hay tantos temas para hablar, que incluso el compartirles nuestras experiencias cotidianas resultará para todos, una gran aventura.
5. Uso del lenguaje acorde a la edad: Las palabras y expresiones que usamos deben ser acordes a la edad de los niños y niñas, es decir, ajustadas a su etapa de crecimiento y a su conocimiento. Hablar haciendo uso de un vocabulario extravagante, científico o grotesco, puede implicar que no tengan los recursos necesarios para comprender el mensaje. El reto es de nosotros como adultos para hacernos entender con un lenguaje sencillo, haciendo uso de ejemplos, brindando de manera continua retroalimentación, así sabremos que nuestro mensaje fue bien recibido.
6. Expresión facial y corporal: La postura del cuerpo y del rostro son tan dicientes como las mismas palabras. Siguiendo los principios de la proxémica, comprendemos que entre más confianza tenemos con una persona, más le permitimos acercarse a nosotros e ingresar a lo que se denomina espacio personal. En ese mismo sentido, existen expresiones faciales que se encuentran asociadas a determinadas emociones, así que basta con ver el rostro de un niño o niña para identificar su estado de ánimo. Ahora bien, estos elementos combinados constituyen un factor clave en la comunicación, porque cuando marcamos una distancia con nuestro interlocutor y evitamos mostrar cualquier expresión, es sinónimo de distancia emocional, ninguna afectividad. Un escenario completamente diferente debemos propiciar para hablar con nuestros hijos, es normal que exista cercanía física, estar ubicados a la misma altura (por ejemplo, sentados al mismo nivel), incluso el nivel de voz es fundamental. Es indispensable generar confianza y que nuestros hijos e hijas comprendan que pueden contar de manera efectiva con nosotros, estos momentos así lo permiten.
7. Evitar los juicios de valor: Para hacer un llamado de atención o una corrección es indispensable concentrarse en las oportunidades de mejora, enfocarse en lo que produjo el error para no cometerlo nuevamente, sin etiquetar al niño o niña por esa acción. Por ejemplo: Si un niño rompe un vaso porque estaba corriendo en casa y se tropezó con una mesa, podemos verificar que no se haya lastimado y luego enseñarle que, al momento de jugar, podemos hacerlo en lugares donde están los juguetes o si desea hacerlo en otros lugares de la casa, puede pedir permiso y le ayudaremos a organizar un espacio en el que jugar sea divertido y seguro. Bajo ninguna circunstancia se podrá decir que, por romper un vaso, sea un “mal niño”, “desobediente”, “descuidado” o usar otro tipo de comentarios cuyo propósito sea ofender, denigrar,  hacer sentir mal a los niños o utilizar etiquetas que perjudican el desarrollo de aspectos claves para la salud mental, como la autoestima.
8. Los gritos: Hay quienes equiparan, equivocadamente, los gritos a la autoridad, sienten que de esa manera es posible hacerle entender a los niños y niñas quién es  es el que manda y que el mensaje llegará de manera más directa, creencia totalmente errónea. Los gritos no constituyen una forma de comunicación, por el contrario, la fracciona y acaba con la posibilidad de enseñar. Los gritos generan temor y angustia, máxime cuando son frecuentes, lo que afecta la capacidad de aprendizaje de los niños y niñas. Gritar solo evidencia la pérdida de control del adulto frente a las acciones de los hijos.
9. Las instrucciones: En no pocas ocasiones, sentimos frustración porque creemos que nuestros hijos no quieren hacernos caso, que ignoran nuestra autoridad, porque, tras darles una instrucción, no las atienden a cabalidad. No obstante, en la medida que crecen nuestros hijos, también van desarrollando esta habilidad de seguir instrucciones. ¿Qué hacer entonces? Ser absolutamente tolerantes e instruir un paso o actividad a la vez. Cuando damos una serie de instrucciones, en la noche, por ejemplo: alistarse para dormir, implica lavarse la cara, lavarse los dientes, ir al baño, ponerse la pijama y dejar la ropa sucia en un lugar específico, de manera que no es una sola acción sino son varias encadenadas, por lo que, en su proceso de aprendizaje, necesitarán una sola de ellas a la vez para asegurar el éxito de la tarea plenamente encadenada. En la medida en que su crecimiento y capacidad de retención de la información se desarrolle, será posible ir encadenando instrucciones y acciones progresivamente.
10. El mensaje: Nuestros hijos son similares a una esponja, aprenden muchas de las acciones y sobre todo expresiones que usamos, por sencillas que parezcan pueden marcar el rumbo de sus actos y decisiones. Al dirigirnos a nuestros hijos, debemos hacerlo de manera respetuosa, libres de prejuicios asociados a la infancia. El mensaje debe ser positivo, es decir, centrarnos en lo que sí pueden hacer, en la forma en que se debe hacer. Nosotros como adultos, somos modelos de los niños, niñas y adolescentes, así que, los invitamos a cambiar el “NO” por expresiones alternativas que les ayuden a moldear su comportamiento, por ejemplo:

Como lo mencionamos al inicio de este blog, nuestro propósito es brindarles herramientas que les permitan trabajar las habilidades para la vida con sus hijos, puesto que de esta manera se está construyendo un factor protector ante el abuso sexual infantil. Una buena comunicación implica confianza e incrementa la posibilidad de que ante cualquier situación que pueda ser considerada de riesgo o en la que el niño o niña no se sienta cómodo, busque ayuda, no sienta miedo o vergüenza de pedir ayuda, se trata de trabajar en conjunto, porque si en otros momentos escuchamos a nuestros hijos, en escenarios como estos, sabrán que cuentan con una red de seguridad o de apoyo, de manera que hablar será la mejor de las soluciones. Y ustedes,

¿Aprovechan la comunicación para ser una red de confianza para los suyos?