En nuestra anterior publicación visualizamos un aspecto del abuso sexual que tal vez mucho habíamos omitido por mucho tiempo y es el hecho de que es una situación que se ha aceptado desde tiempos remotos; las prácticas o rituales de la antigüedad promueven el maltrato infantil y lo consideraban como algo aceptable, sin darse cuenta del impacto y el dolor que genera en los niños y niñas. Lo más triste de este hecho es que aunque hayan pasado tantos años y varias personas se hayan sumado para generar teorías y acciones en contra de esta situación, aún no ha sido posible sensibilizar a las diferentes culturas ni mucho menos erradicar el maltrato infantil a nivel mundial.
Siendo el abuso sexual infantil unas de las múltiples formas de maltrato hacia los niños y niñas, es posible dar cuenta de que en cada parte del mundo hay ciertas creencias o pensamientos que promueven y aceptan este delito. Estas creencias han generado tanto impacto que terminaron considerando esta situación como algo habitual y se empezaron a adoptar en las familias de los diferentes grupos sociales.
En términos de la normalización del abuso sexual en el ámbito familiar, es posible resaltar en primera medida, que la familia es el núcleo o la base del desarrollo de los niños ya que de ella dependen los valores, las motivaciones del menor y en gran medida su estabilidad emocional, no solo en esta etapa sino en la vida adulta. Cuando una agresión ocurre en estos espacios: (Palacios, 2008)
Siempre es importante evaluar que actitudes, pensamientos y comportamientos han permitido que se acepte el abuso sexual en las familias, reconocer cual es el rol que cada uno cumple en la misma y cuales son los límites que se deben tener al relacionarse con los que hacen parte de ella. Con respecto a las conductas que promueven la normalización del abuso sexual podemos resaltar:
Además de todas estas acciones, Vargas, (2018) reconoce que otro punto negativo es el establecimiento de relaciones caracterizadas por permisividad en el manejo del cuerpo por parte de familiares y personas adultas.
Por otra parte, otro de los aspectos importantes dentro de la normalización es el que expone Palacios (2008), quien afirma que cuando se trata de un abuso incestuoso, es más probable que no ocurra la denuncia por factores emocionales, económicos y de amenazas, es por esto que las madres deciden guardar silencio o negar lo ocurrido.
Adicionalmente, las madres cuyos hijos son abusados sexualmente no se sienten con la capacidad de proteger a sus hijos y en algunos casos permiten que esto ocurra por el temor a que su pareja los violente aun mas o les retire el apoyo económico que en algunos casos les brinda.
En cualquiera de los casos es importante visibilizar el abuso sexual como un problema social que produce daños importantes en el desarrollo físico, sexual y social de los niños y que sus derechos deben ser protegidos. (Vargas, 2018). También es fundamental reconocer que la normalización del abuso está en todos los contextos y muchas veces pasa desapercibida.
Teniendo en cuenta que una de dificultades que hace que la normalización del abuso se presente tanto en nuestro país es la poca conciencia de los derechos en niños, niñas y adolescentes y la ausencia de orientación y educación en prevención del acoso y la violación sexual dentro del sistema familiar y educativo (Vargas,2018), en la Fundación Red trabajamos para enseñar a los niños, niñas y adolescentes a prevenir, detectar y denunciar el abuso sexual infantil. Los invitamos a seguirnos en nuestras redes sociales y a visitarnos en nuestra página web.
Referencias.
Vargas, T.(2018).El abuso sexual y su normalización en la sociedad. Acento.Recuperado de:https://acento.com.do/2018/opinion/8600626-abuso-sexual-normalizacion-nuestra-sociedad/
Maroto,S.(2017.’La cultura de la normalización’ o como menospreciar la violencia sexual. Ethic. Recuperado de:
https://ethic.es/2017/10/normalizacion-violencia-sexual-mujeres/
Palacios, J. (2008). EL ABUSO SEXUAL A NIÑAS, NIÑOS Y ADOLESCENTES: UN SECRETO FAMILIAR, UN PROBLEMA SOCIAL. Revista Electrónica Educare, XII , 99-111.
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